viernes, 25 de marzo de 2011

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Está oscuro, mi vista está demasiado cansada como para abrir los ojos y aún teniéndolos cerrados, puedo deducir el ambiente, por ello, no los abriré.
El frío recorre mi cuerpo de manera violenta y en ocasiones he oído a las personas tararear, cantar o silbar villancicos, así que creo que nos situamos en el mes de Diciembre. La alegría en las calles, las risas, los adornos navideños, con los regalos de aquí para allá y un ambiente familiar distinguido al resto del año.
Los pasos de las personas llegan de manera violenta a mis oídos, pero no me asusta pues tengo la certeza de que es viernes y en ocasiones como esta, las calles se llenan de gente que va de un lado a otro sin parar. También consigo apreciar la misma armónica de siempre deleitándonos con la melodía 'La vie en rose", algunos no se percatan de ello, otros, sin embargo, sitúan sus mentes lejos, quizás en París.
El ruido de las sillas de la cafetería de enfrente significa que esa mesa queda libre, y por tanto en breves, será ocupada por otras personas. Normalmente, señoras se sientan a hablar durante horas, hablando de sus nietos, de sus hijos y de con quién pasarán estas navidades mientras consumen lentamente el café. Alguna vez, hombres vestidos de chaqueta se sientan a descansar después de un largo día de trabajo, y mantienen conversaciones en una categoría lingüística difícil de alcanzar para mí. Y en otras ocasiones, un grupo de jóvenes adolescentes, que es un mundo totalmente distinto, aún por formar.
En conclusión, nada ha cambiado desde el tiempo que llevo aquí. La misma gente, las mismas costumbras, la armonía de la música, las campanas de la catedral, todo sigue igual. Solo hay una cosa que cambia y que no se puede luchar contra ello, y es el tiempo. El tiempo pasa de manera rápida por nuestras vidas, y sin darnos cuenta lo perdemos sin saber lo que vale. Las campanas de la catedral me lo recuerdan continuamente, pero no puedo hacer nada, más que esperar.
Sigo en el mismo lugar que hace años, nadie me conoce, nadie sabe que existo. Tuve un pasado difícil, y de una manera u otra, acabé aquí. Viendo como el tiempo pasa, viendo a la misma gente, viendo como nadie me regala una mirada. Vivo a base de la generosidad de la gente, y una de mis mayores alegrías del día es el delicado sonido de una moneda en el viejo vaso de plástico. Sé que puede sonar egoísta, pero yo les daría mi vida de agradecimiento si de algo sirviera pero, ¿de qué serviría?.
Aún no he sentido mi vocación, y por lo tanto, no puedo regalarles nada, pero sé que en el momento que la escuche no tardaré ni un segundo de mi vida en seguirla y poder recompensar a aquella gente que me ayudado día a día. Como por ejemplo, el hombre que se sienta a pocos metros de mí, que toca la armónica día a día, deleitando con la música las calles, a veces a cambio de dinero, a veces sin recibir nada.
'Clok'- Levanto la mirada, un hombre vestido con una larga gabardina negra se aleja. Caprichoso señor el dinero, puede comprar terrenos, comida, mansiones, coches... Pero también crea el pecado de la avaricia, de desear el bien ajeno, de querer tenerlo todo. A veces, lo que es mucho dinero, para algunos es poco, para aquellos que aún teniendo, desean más y cada vez más. Pero para personas como yo, que carezco de ello, ese poco para mi es suficiente.
Personas afirman que el dinero te concede todo cuanto desees... ¿Todo? El dinero puede comprar sexo, pero ¿El amor donde queda?. Puede comprar mansiones pero no un buen hogar donde vivir, ni una familia con quien vivir. Puede comprar regalos, pero no la amistad.
A veces el deseo de una familia, de amigos, de un hogar, puede superar la avaricia de aquellos que solo desean el dinero como medio de buscar la felicidad. Yo no elegí tener esto, pero aún así sigo en la misma calle, en mi misma Murcia. Pero cuando decida que hacer con mi vida, regalaré mi sonrisa al mundo y buscaré a alguien con quien compartir mis experiencias para que no cometa los mismos fallos que cometí yo. Así el tic-tac del pasar de los segundos no será un castigo para mí, sino oportunidades que me regalará la vida.
Yo no planeo mi vida, la vida no se planea, como dijo el escritor Oscar Wilde, una vez, dijo que "Esto no es un ensayo general, señores, esto es la vida" así que vivela intensamente antes de que el telón cierre y la obra termine sin aplausos.




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