Llegué, conseguimos llegar.. intento recuperar el aliento, respiro hondo y subo al autobús ¡Qué desastre! Ahora no encuentro mi monobus. "Pícame" Le digo a mi hermana, ella resopla, me mira con aire desesperado, y pasa la tarjeta dos veces. Todos los días igual, nunca pillamos sitio, la parte de atrás esta siempre ocupada los jueves por unos alumnos de Nelva y Monteagudo, que son una familia numerosa, y por dos hermanos ¡Siempre de "cháchara"! Riendo, gritando... ¿Quien tiene ganas a esas horas de la mañana? Porque yo no, desde luego. Será que no duermo bien, siempre me acuesto tarde y al día siguiente no me tengo en pie, y la misma historia de siempre... correr detrás de autobús. Así que decidimos quedarnos de pie en la parte de delante, con la mirada al infinito y sin cruzar palabra los primeros minutos.
Siguiente parada, La Glorieta, solo se ven pasar uniformes. Pasan dando golpes, dándome con su mochila y consiguen ponerme de malhumor. Seguidamente, mi hermana me avisa "Viene" ¡Vaya! creí haberla despistado. "Hola Viki" me dice sonriendo, "Hola Irene" le dice con voz de asco, mi hermana la mira medio sonriendo, y cuando gira la pequeña su cabeza hacia mi, le hace una mueca. Una niña pequeña, gordita, de diez años puedo calcular, con cara de buena, pero no os dejéis engañar, es un diablo. Se llama Fuen, siempre con su coleta y su típica mochila de Hannah Montana. Se agarra a mí fuerte, con intención de hacerme daño o de sacarme de mis casillas, pero yo no le sigo el juego, así que me quedo callada y cuando me dice algo me limito a sonreír.
Luego sube al autobús el típico señor de piel oscura, cara de chiste y olor a tabaco y a alcohol. Empieza a darle conversación al conductor con esa voz ronca, el conductor le sigue la conversación. Y hablan de temas y temas sin parar. Que si ha pasado una mala noche, que si su mujer...
Siguiente parada, todo un drama. "Fuen, sueltame, tu hermano te está llamando". Me mira con cara de incredubilidad y se va atrás con su hermano. Miro a mi hermana y ella me entiende, así que nos vamos para atrás. Le toca subir a un extraño señor, con muy mala pinta, he de añadir.
Va siempre muy encorvado, sosteniéndose en un palo de madera. Tiene pinta de señor de mediana edad pero muy perjudicado. Su pelo es gris, también va sin afeitar y extiende un olor muy desagradable. Cruzamos los dedos para que coja asiento delante, mira para detrás fijamente, nos mira... pero decide sentarse delante. Que alivio... nos miramos, sonreímos triunfantes y continuamos calladas.
Por fin nuestra parada, cojo la mochila, viene Fuen, me coje de la mano y nos bajamos del autobús. Me toca acompañar a la pequeña a clase mientras me cuenta sus historias, aunque tampoco me molesta, he de confesar que le estoy empezando a tomar cariño.
Todos los días parecen iguales, la misma gente, todo lo mismo. Pero siempre pasa algo que lo hace especial. Al fin y al cabo esta parte del día es solo el comienzo.